Esos movimientos
candenciosos de las mujeres istmeñas, nos hacen recordar enseguida uno de los
sones más melodiosos de la región… “La Zandunga”, y más cuando lo escuchamos en
zapoteco o náhuatl. Es una melodía difícil de olvidar una vez que ha llegado a
nuestros oídos (sin mencionar, al alma mexicana). Esta palabra, significa
“gracia” “donaire”; es uno de los íconos de la música oaxaqueña; y le debemos a
Máximo Ramón Ortiz éste regalo.
Cuenta la
tradición popular que el autor de “La Sandunga” cuando vió a su madre muerta,
lloró su muerte exclamando “¡Ay mamá! ¡Ay mamá, por Dios”… y que gracias a sus
aptitudes musicales y su sensibilidad, compuso éste inmortal himno; cantándola
en cuanta ocasión tenía de hacerlo. Así
fue como se popularizó, y con el paso del tiempo se ha modificado dicha
canción.
Luego de la
muerte de Máximo Ramón Ortiz se hizo un arreglo musical con la cual debutó la
primera banda de Tehuantepec en 1870. Hoy en día se interpreta en todo el
Estado de Oaxaca, junto con otros sones muy representativos como: “La llorona”
“Dios nunca muere” y la “Canción Mixteca” que le dan a nuestro México un sabor
musical de nostalgia, y recuerdos que llevaremos hasta la tumba. Entre otras
personalidades, la han interpretado Susana Harp y Chavela Vargas; así que
tampoco puede faltar en nuestro repertorio personal. Foto: fotolog
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